La literatura, la verdadera literatura, no se puede tragar como una pócima, una bebida que quizá sea buena para el corazón o el cerebro. El cerebro, ese estómago del alma. La literatura hay que romperla en pedazos, desmenuzarla: entonces percibimos su maravilloso olor en la palma de la mano, la masticamos y deslizamos por la lengua con fruición. Finalmente podemos apreciar de veras su peculiar sabor, y los fragmentos rotos se juntan de nuevo en nuestra inteligencia, revelando la belleza de una unidad a la que hemos contribuido con nuestra sangre.
Curso de literatura rusa – Vladimir Nabokov